mardi 18 décembre 2012

¡Por fin estoy en Nicaragua! (2)

¿Cuándo empezó todo esto?

Chavalo, recuerdo los noticieros que pasaban y comentaban las manifestaciones de la revolución iraní de 1979. Miraba en la pantalla del televisor blanco y negro a miles y miles de opositores a la dictadura del Shah pero no recuerdo nada de la marcha que entonces daban las columnas del Frente Sandinista. Ya ardía el frente sur, Matagalpa, Estelí, Monimbo habían estallido. Tenía 8 años y creo que nunca había oído mencionar al país de Sandino.
Fue hasta más luego, en 1984, cuando un amigo de mi tía nos invito a ver una serie de diapositivas sobre su último viaje. Acababa de regresar de Nicaragua donde había sido brigadista en León. En la oscuridad sobre la pared blanca de su departamento desfilaban imágenes de campesinos, mítines con hombres vestidos de verde-olivo, la solidaridad internacional, los brigadistas sembrando en el campo... Y ahí empezó  lo que fue para mí, una urgencia terca: ir a Nicaragua.
Este momento correspondió más o menos cuando empecé a dar mis primeros pasos en la organización.  Con la ayuda de mi amigo Gilles, tuve acceso a las primeras lecturas de la revista de la Juventud Comunista “L’Avant-garde”: el mundo resonaba con la resistencia de Mandela, los frentes angolanos contra los racistas del Sur, la lucha anticolonial en Kanaky (isla francesa del pacifico), los Palestinos tirando piedras contra los tanques… Daba visitas más asiduas a la biblioteca de mi padre donde estaban en orden los libros de Jack London cerca del busto negro de un tal “Lenin”. Una tasa de metal recordaba la conquista intersideral de los cohetes soviéticos mientras un pequeño Guardia Rojo chino de porcelana saludaba el porvenir. Numerosos libros formaban fila, firmes, esperando no se qué orden insurreccional. En este entonces, vivía en Saint-Denis, ciudad del “cinturón rojo” que rodeaba París. Una ciudad donde paseando, las placas de las calles hacen referencia a la resistencia contra los Nazis o el Franquismo y a la lucha internacional. Confieso que la historia de mis abuelos, un piloto anti franquista, mi pobre abuela volando trenes alemanes o mi abuelo frances, integrante de la resistencia a los 17 años contra los Nazis formaron mi panorama. Todas estas imágenes me acompañaban cuando empecé a ponerme serio, a ponerme “político”. Llego el año 1986 del movimiento estudiantil con sus 23 días de huelga general, con un millón de estudiantes en la calle y nuestro primer muerto, Malik masacrado por la policía.
En 1987, el amigo de mi tía se fue de nuevo a Nicaragua con miembros de su sindicato para trabajar en la imprenta del periódico sandinista Barricada. Y volvió con otras fotos, otros retratos, otras anécdotas.
En el liceo, la Juventud Comunista era bastante fuerte con actividades tan exóticas como pegar propaganda de noche, distribuir folletos, llamar a cada rato a interrumpir los cursos, organizar comisiones y debates, invitar a una delegación del Komsomol… Vinieron los primeros dolores de cabezas tratando de entender a Marx. A pesar de participar en estas actividades, todavía no era miembro de la organización, pues tomaba muy en serio el hecho de ser militante, la meta me parecía enorme y…vamos, no tenía un duro para pagar la cuota mensual. Un día de 1988, nos avisaron que nos íbamos a reunir con dos Nicas: uno era responsable político en Matagalpa y el otro ya no me acuerdo. Ahí hablamos de la situación en el país, del internacionalismo, comparamos las luchas, pues todo… ¡a la grande! este día integre la Juventud… pero no siempre podía pagar mis cuotas.


Un mantel dando la bienvenida a la brigada francesa.
Montar una red de solidaridad.

Recortaba en los periódicos todo lo que tenía que ver con el paisito agredido. Desde los análisis de fondo sobre el proceso revolucionario hasta las breves notas de prensa que reportaban los combates y los campesinos asesinados. Un profesor de deporte del liceo nos detecto – pues era fácil por el pico siempre abierto que teníamos-; nos dijo que ya había ido a Nicaragua. Por su intermediario se armaron otras reuniones clandestinas en locales del liceo con jóvenes que querían participar en las brigadas. Poco a poco fuimos divulgando información sobre la lucha en Nicaragua, se distribuyan folletos llamando a la solidaridad después del huracán Joan que destruyo Bluefields… Este profesor me prestó “El pensamiento vivo de Sandino” que había sido traducido en francés. También leía las revistas de solidaridad y por este canal editorial y asociativo, nos fuimos preparando. Cuando Daniel Ortega estuvo en Francia estuvimos miles de personas a escuchar su discurso y hacerle preguntas como “de cara al pueblo”.
Luego nos integramos a otros círculos de solidaridad principalmente con un grupo de salvadoreños refugiados que tenían una tropa de teatro. Asistimos a reuniones con sindicalistas salvadoreños, el primero de mayo recaudábamos fondos para el Farabundo con mi gran amigo David. Todos nos querían ya que éramos muy joven en esta onda; nos miraban como cipotes, creo que nuestros discursos serios e ingenuos les daban risas a nuestros interlocutores pero por cariño o por piedad, siempre nos apoyaron y nos daban ánimo para seguir.
Llego el momento de hacer algo concreto y montar una red de solidaridad en nuestro liceo. La Juventud Comunista tenía varias comisiones y así constituimos la “comisión Nicaragua”. Con ayuda del Comité de Solidarité avec le Nicaragua, recuperamos propaganda, folletos, broches de Sandino… Otro comité, France-Amérique Latine nos facilito una exposición sobre la revolución sandinista: la educación, la reforma agraria, la lucha antiimperialista… Aprovechamos una reunión del consejo de delegados de los alumnos para proponer la presentación de la lucha en Nicaragua. En este momento, la directora intervino y nos corto la palabra. Fuimos expulsados. Gozando, montamos la exposición en la calle frente al liceo y empezamos a recaudar fondos para financiar los proyectos de solidaridad. Fue un éxito tremendo ya que éramos además “victimas” del sectarismo autoritario de la autoridad autoritaria. Muchos estudiantes vinieron a informarse y expresaron su solidaridad con la iniciativa de participar a una brigada. Me acuerdo que recaudamos más de 400 francos, una suma importante en este entonces para nosotros que a mediodía íbamos a comer en los supermercados, como decirle, pues comíamos abriendo los paquetes de galletas y otras cosas que le gustaban a nuestros estómagos y salíamos muy humildes sin pagar de estas catedrales del consumismo. Los fines de semana, era otra meta: buscar plata para el viaje. Íbamos a “Les Puces” (las pulgas), el mercado popular en la Porte de Montreuil para vender de todo un poco, a como se podía. Días enteros sentados en los andenes vendiendo viejas cosas o trabajando al negro para juntar el dinero necesario.
Estas eran las mil y unas cosas que se inventaron para ir a Nicaragua e informar sobre la situación. Estos eran los tipos que después corrían en la montaña matagalpina o quedaban en los galerones matados por la diarrea. Me imagino que los brigadistas tienen miles de historias que contar, miles de itinerarios para alcanzar este sueño colectivo.
  Aterrizo el Tupolev a Managua procediendo de Moscú. Apenas las ruedas acariciaron la pista quemada por el sol tropical que los pasajeros aplaudieron sin cesar. El avión se dirigió lentamente hacia la zona de desembarque. Los jóvenes nicas ya no aguantaban la espera. Se habían tirado cinco o seis años de estudio en la URSS. Por fin regresaban al país, iban a ver a sus familias que los habían visto irse adolecentes, iban a tomar pinol, comer gallo pinto con crema… pues, no aguantaban y esperaban de pie la apertura de las puertas.
¡Por fin estoy en Nicaragua! Era el último año de la Revolución que tanto amamos. Da igual, seguiremos y siempre te tendremos en el corazón.

"Por fin estoy en Nicaragua !"

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire