mercredi 16 janvier 2013

Omar Cabezas nos habla de la montaña... (1)

Enrevista en Managua, 2004. Laurent Sanchis.
Revision “Ivn”

Tuvimos la oportunidad de encontrar a Omar a finales de 2004. El pretexto era hablar de Leonel Rugama, poeta y militante sandinista pero no pude resistir de hacerle preguntar acerca de su "obra". Nos relato como nació el libro... contra su propia voluntad.
La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, de Omar Cabezas (León, Nicaragua, 1950), se convirtió en un relato de referencia casi obligatoria para intelectuales y periodistas que en la década de 1980 se interesaban en la literatura que producía Nicaragua bajo el entonces gobierno revolucionario de los sandinistas (1979-1990).
El relato de Cabezas, que fue comandante guerrillero sandinista, ganó el Premio Casa de las Américas en la rama de testimonio (1982). Pero Cabezas resiente las acusaciones de escritor en su contra. Cuenta en esta entrevista que el relato, traducido en varios idiomas y que fue una ventana para comprender parte de la historia de su país, nació de plena desnudez: con su novia de turno, luego de la hora del amor, contaba sus experiencias, mientras su pareja grababa, para luego transcribir el relato.
La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, es un texto de cercanías, sin ninguna duda. Julio Cortázar escribía en una carta dirigida a Omar Cabezas: "Sin duda ya sabrás por muchos otros lectores que una de sus características más salientes es la imantación, quiero decir que apenas se lo empieza a leer uno se queda como pegado a él y ya es imposible abandonarlo hasta el final". Y el poeta nicaragüense, José Coronel Urtecho, expresó que el libro estaba escrito "en nicaragüense, en puro nicaragüense, en la lengua que todos nosotros hablamos”.

Omar Cabezas durante la entrevista - Managua 2004 (Foto L. Sanchis).


P- Cuando se publicó La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, de repente su nombre pasó a formar parte del panorama literario nicaragüense. ¿Qué recuerda del súbito interés por su relato?

R- Lo primero que me provocó fue mucha presión. Verdad, porque una vez que se publicó el primer libro, me empezaron a presionar por el segundo libro. Entonces, esto me provocó mucha angustia, una presión social, política, masiva. Aquí en Nicaragua fue la presión más grande. Me paraba en un semáforo y la gente montada en un bus me decía: ´¿Y el segundo libro?´. Si iba a un restaurante o a una fiesta, la gente me presionaba mucho por el segundo libro. Igual ocurría en el extranjero. Entonces, la primera cosa fue que me provocó una presión sicológica de alguna manera, pero además me ocasionó acusaciones infundadas. Como, por ejemplo, que me acusaban de escritor. Y esa acusación yo nunca la he asumido, nunca aceptaba que me acusaran de escritor…

P- ¿Usted cómo se consideraba: como autor, un testigo, alguien que cumplió con el deber de memoria…?

R- Yo tenía ganas de hablar, una razón muy egoísta. Tenía ganas de contar lo que había vivido. Y hay que recordar que el libro yo no lo escribí: el libro yo lo conté. Este libro no es escrito: este libro es hablado, a una grabadora, con una muchacha. Lo que yo quería era hacer el amor y contar las cosas que yo había vivido. Y eso lo contaba completamente desnudo además… Después el libro tuvo mucho éxito por el premio (Casa de las Américas) y todo este rollo. Quiero decir que esto está alejado de pretensiones de educación, de formación… Más bien, tiene que ver con mi característica: que yo tenía ganas de hablar, pues. Como estaba la revolución empezando, me presentaban como si fuera escritor. Y me preguntaban cual era mi opinión sobre la revolución y los intelectuales, que cual era el autor que más había influido en mi vida… Y quiero aclararte que cuando hice este libro, lo único que había leído, porque yo no era un lector de literatura, yo era más bien un lector de sociología –soy abogado de profesión— pero a mí lo que me fascina es la sociología. Y entonces, me hacían esta pregunta que cuál era el autor que más había influido en mi obra. Ninguno decía, porque yo solo había leído El Quijote de la Mancha, porque me lo impusieron los profesores del primer año de universidad, de la clase de español. Claro, de tantas preguntas, tuve que empezar a leer, porque me daba pena. Por vergüenza personal, más bien.

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