jeudi 31 janvier 2013

Si se va la Brigada, quedara la Revolucion ? (2)

La preocupación y la tristeza empieza a jodernos cuando un campesino nos invita en su casita: Nos habla de su vida miserable y su reclutamiento en la Guardia Nacional antes del triunfo. Durante la dictadura, centenares de campesinos analfabetas como el, fueron reclutados y entrenados a matar a su propio pueblo: « Quienes somos? Tigres! Que beben los tigres? Sangre! la sangre del pueblo ! » Cuantos se transformaron en esbirros, en asesinos persiguiendo a los muchachos en la ciudad o la montaña? Nos decía que la Revolución le había devuelto su dignidad, le había dado esperanza. Le enseñaron a leer y a escribir al principio de los años 1980 cuando la Cruzada de alfabetización. La perspectiva de ver a la brigada ENABUS salir de la zona lo preocupaba mucho: temía de que volviera el terrateniente, recordaba su actitud y los golpes. Este terrateniente, colaborador de la Contra que poco a poco había saboteado la producción: lo que justifico su expropiación. Lo dejamos cantar su tristeza con su hijo mientras un brigadista nica toca la guitarra…

Sentado en las tablas que sirven de banca miro a Ramón, Pedro, Santamaría «el profe» y Jairo que se dirigen hacia el cafetal. Nos llaman para dar una « vueltecita ». En fila, pasamos el cafetal y penetramos en la selva ya más oscura. Bajo los capotes verde-olivo, miro los cañones… Recuerdo los días anteriores cuando nos fuimos a entrenar con Ramón y « el teniente »: disparar, tenderse, en cuclillas, avanzar con el fusil, dar saltos, correr… « Esta experiencia siempre les servirá » nos decían… Y yo, puta, a miles de kilómetros de mi casa, mis amigos, mis camaradas… Contaba dieciocho primaveras y avanzaba armado en esta montaña. Nos hicimos mas duro y lo jodido es que esta experiencia teníamos que guardarla sin compartirla con nadie.
Solos los nicas pueden orientarse en esta selva. Apenas Jairo daba con el machete que un miliar de insectos me caían encima y se pegaban a mi cuello sudado, los chayules me designaron como mascota, me amaban al punto que no quería abrir la boca para no tragármelos. Desaparecemos en esta vegetación. Volvimos a aprender a caminar. En Nicaragua, volvimos a aprender todo, caminar como gato en el lodo, filtrar el agua, comer todo lo que se puede comer, trabajar sin parar, cagar y dormir. « Quédate en fila!», « respeta las distancias !», « no haga bulla ! » « Que no ves las huellas! ». Realmente, no miraba nada y solo me fijaba en la camisa de Jairo. Pues Jairo encabezaba la columna, Santamaría me seguía, luego venían David y Ramón, Pedro cerraba la fila.



Descansamos cerca de un riachuelo, al pie de un árbol inmenso. Ramón nos explica que los monos están allá mas arriba y que ahora hay que avanzar sin ruido. La columna sigue progresando en este laberinto vegetal. A esta altura, estoy incapaz de orientarme. Pedro hace una señal y nos parramos, levanto la cabeza y allí están. Un grupo de varios monos, los monitos bien pegados a su mama pero ya el macho nos reparo y grita, parece tigre. El grupo de monos congós se desplaza y trata de huir. En fila, rastreamos y los seguimos, los compañeros ya se fijaron en el macho, creo que Santamaría disparo el primero y el congó replico tirando todo lo que tenía al alcance para defenderse, hasta su propia mierda… provocando los gritos de Ramón. Seguía mirando la cima cuando Pedro le pego el balazo y el pobre mono cayó. Lo fui a buscar, lo agarre y mire su cara de hermano triste, dio su último suspiro cuando lo levantaba. Esta noche la brigada lo repartirá en Santa Josefina

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