jeudi 3 janvier 2013

Nos quedamos en la UPE ! (3 y fin)

Como a las tres de la tarde, antes que la lluvia complicara el transito, un Kamaz azul se aparca cerca del galerón donde duermen las dos brigadas francesas. Nuestro coordinador, Walter nos llama para subirnos y así llegar a Matagalpa antes que anocheciera. Nosotros, aprovechamos el transporte para ir a la Pintada, un caserío cercano donde reparamos unos días antes, una linda presa de agua con una cascada maravillosa cercada de arboles y de rocas. Durante el camino, cantamos como siempre: el himno del Frente, « la jeune garde », el canto de la Unidad… Cuando el camión entra en la Pintada, con David saltamos y lo dejamos alejarse, los compas se pierden en el polvo de la carretera. Que alegría! Estamos solos en la montaña! Agarramos un caminito cerca unas baracas y llegamos a la cascada.

Allí si que nos lavamos bien. Cambiaba del pozo de Santa Josefina. Nos apuramos de regresar por el camino entre los cafetales porque ya oscurecía, allá a lo lejos en el valle se miran las luces de un caserío. El viento hace vibrar los cables tendidos entre los postes que inicialmente llevaban la luz en la montaña pero no hasta nuestra UPE; desde que una noche de relámpagos dejo el transformador alemán y democrático quemado. Llegamos a nuestro galerón en la oscuridad total, solo se adivinaban las vacilaciones de las luces de las lamparitas de petróleo que tenían los campesinos silenciosos en sus hogares. Golpeamos a la puerta de la cocina contigua al galerón. Juanita se sorprendió al ver aparecer nuestras caras en la noche. Lleno nuestros platos de gallo pinto y le deseamos una buena noche. Cerró la puerta y la luz se alejo hasta el fondo de la baraca.

Nos instalamos para el festín sobre los sacos de dormir rodeados por las mochilas colgadas a los clavos de las paredes de tablas, la ropa tendida que esperaba secarse algún día. Busque las candelas y una caja de fósforos preservados de la humedad. Cuando encendimos las candelas se hizo más grande el galerón pintado de blanco que con letras negras deseaba la « bienvenida a los compañeros internacionalistas ». Entonces, los « compañeros internacionalistas », nos pusimos a buscar sin escrúpulos todo lo que podía comerse en aquel cajón metálico donde se escondía la « reserva estratégica» de la brigada: encontramos algunas galletas, nueces y una latita de carne, la « carne del diablo » decía la etiqueta. Procedimos a la repartición justa del botín, el comunismo a la hora de la cena. Empezamos a comer; la luz de la candela daba un color amarillo a mi comida, algo irreal. Lo palpable era nuestra alegría de estar en Nicaragua, viviendo lo cotidiano de una Revolución, perdidos en un caserío que no mencionaban los mapas.

Chepe Leon y Juanita sentados en los "banquitos" del galeron de los internacionalistas.

Como todas las noches, me dormí rápido, me derrumbe vencido por el cansancio. En la noche el canto triste de unos campesinos me despertó un rato, un rato suficiente para sentir mi cuerpo flacucho invadido por las pulgas… por suerte, el sueño me alejo de esta terrible sensación.

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